12.16.2019

¿Hasta cuando?

Definitivamente a veces hace falta valor y amor propio para admitir la dependencia que se tiene hacia alguien; la incidencia que tiene día a día nuestra inteligencia emocional a la hora de tomar decisiones, es asombrosa. Lastimosamente, la dependencia a veces es inevitable, por vivir en una sociedad “yoista” en la que se siente bonito y diferente tener la atención de alguien.

 Sencillamente somos seres de hábitos, de costumbres. Y eso hace que el despertar todas las mañanas con alguien a tu lado te haga pensar que siempre, sea como sea, estará ahí. Nos rehusamos a creer que el amor es como lo pinta Disney, pero aún así vivimos el sueño utópico de un amor eterno, cerramos los ojos y nos dejamos llevar por esa felicidad que nos proporciona la compañía de esa otra persona.

 Aclaro que con todo esto que estoy diciendo, no me estoy refiriendo a que sea malo tener a alguien, lo malo es la dependencia. Lo nefasto es que yo me coloque a un lado, me minimice y tire a la basura cosas que me caractericen, solo para vivir el mayor tiempo posible al lado de la otra persona.

 Nos adaptamos tan rápidamente a los abrazos, los besos para despertar por las mañanas y las salidas juntos; que cuando ya no hay nada de eso, sentimos esa soledad terrible que sentíamos antes, pero esta vez mas intensificada; no estamos preparados para la ruptura emocional, y es precisamente por eso que comenzamos a dudar sobre cualquier situación que haya provocado que todo acabara.

 Nos cerramos a tantas posibilidades mientras estamos en ese proceso de trance post relación, que obviamos que en el mundo hay millones de personas y por lo tanto millones de posibilidades de vivir algo mejor. Metemos nuestra felicidad en una caja, y sufrimos, mientras quien supuestamente estaría para siempre con nosotros; ya está en mirando nuevos horizontes.

 Quizá todo esto es parte de la vida, parte del aprendizaje para no meter la pata una y otra vez, parte esas situaciones que nos ayudan mejorar emocionalmente y ser más fuertes y precavidos. Recordemos que como humanos, somos tan ignorantes, que no aprendemos de las experiencias ajenas, si no, hasta que nos ocurre también.


 Por eso, a veces solo toca mirar atrás con una sonrisa en la cara y dejar ir, mirar hacia adelante y soltar el pasado; ese pasado que no te deja madurar y de una vez por todas sentirte seguro de ti mismo y de tus decisiones; a sabiendas de que si te sientes bien, atraerás cosas buenas a tu vida.